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Es la tercera església dedicada a Sant Martí de Tours que ha tingut Cerdanyola. La primera, a l’època medieval estava a l’interior de la serra de Collserola a prop de l’actual masia de Can Coll.
A principis del segle XVII, es va edificar l’església Vella entre les masies de la plana. L’actual va ser construïda entre 1902 i 1909 en una antiga zona d’horts cedida per Francesc Mariner i Moratona entre Cerdanyola de Baix i Cerdanyola de Dalt.
Claudi Duran i Ventosa (18..-1926) realitzà el disseny seguint un estil historicista molt eclèctic: a l’exterior es barregen estils arquitectònics gòtic i romànic i en la desapareguda façana i en l’ocul que il·lumina el baptisteri es fa palesa la influència bizantina. El campanar es va afegir posteriorment seguint el disseny original.

El 1909 es van col·locar a cada banda de l’altar dos grans mosaics d’estil modernista fets amb tessel·les de ceràmica i marbre obra del prestigiós mosaista Lluís Bru Salells (1868 – 1952) que representen dos miracles atribuïts a sant Martí: la resurrecció d’un catecumen i la submissió de l’emperador Valentinià.

El 1947, es va construir la capella dedicada al Santíssim Sagrament que recorda una cripta romànica amb elements bizantins. El projecte era de l’arquitecte principal Eduard Maria Balcells (1977-1965). Gran part de la imagineria de l’església es obra de l’escultor local Francesc Juventeny. (Sant Martí bisbe, Sant Crist…) D’un diari d’aquella època (30/9/1909) treiem la següent noticia:

“El templo es hermoso y muchas ciudades lo querrían para sí. De sólida construcción, con un ancho crucero y capaces naves, con grandes ventanales donde entra la luz a manos llenas, tiene el sabor de las modernas construcciones de estilo bizantino, no muy determinado y con el buen gusto de no seguir las extravagancias que privan en algunas construcciones modernas.
En 1906 se colocó la primera piedra de la nueva iglesia; hace bastante tiempo que estaba cubierta la bóveda y se celebraba allí la Santa Misa, pero faltaba la construcción del altar mayor y de los altares del crucero, y hoy con toda pompa se han inaugurado unos y otros.
E1 prócer valenciano don Vicente Trénor, marqués de Cerdanyola, quiso dejar perpetuo recuerdo a la ciudad titular de su marquesado, famoso en los hechos de la historia catalana por su castillo de San Marsal, que se remonta al siglo XI, con la generosa dádiva del Altar Mayor.
Dirigió las obras don Claudio Durán y se encargaron de los trabajos de carpintería, dorado y cerrajería don José García, don Casimiro Llovet y don Ramón y don Andrés Buil, respectivamente; de los de albañilería don José Boilar de la escultura tallista don Francisco Rifá, y de los proyectos de altares, mosaicos, etc., don José Mestres.
Don Luis Brú, patentizó su primorosa labor con dos soberbios retablos de 20 metros de superficie, representativos de episodios de la vida de San Martín y el escultor don Rafael Atché añadió nuevos timbres de gloria a su fama de artista cincelando las hermosísimas imágenes de San Martín, San Vicente Ferrer, San Isidro y Nuestra Señora del Carmen.
El altar lateral de la izquierda, dedicado al Sagrado Corazón tuvo como benefactores a la familia Planas y Casals. Asistieron a los actos religiosos el párroco de Cerdanyola, Rvdo. don Angel Garriga, el antiguo párroco del pueblo, Rvdo. Dr. Canut (al oual se debían las primeras piedras de la obra), el Ayuntamiento en pleno presidido por su alcalde accidental don Domingo Fatjó, el Ilmo. señor Obispo de Gerona, Dr. Pol, que bendijo el templo, toda la población y los veraneantes que llenaban el templo en los divinos oficios cantados por una nutrida orquesta y masa coral dirigida por el Rvdo. Rodamilans, y en los cuales pronunció un elocuente sermón el Rvdo. Dr. Mas, de Mataró.”

SANT MARTÍ

Nació en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía el uniforme militar. Durante más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens (Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: «Martín, hoy me cubriste con tu manto».

Sulpicio Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo). Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos a los militares y le dijo:

«Hasta ahora te he servido como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo propagando su santa religión». El general quiso darle varios premios pero él le dijo: «Estos regalos repártelos entre los que van a seguir luchando en tu ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y mis premios serán espirituales».

En seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de instruirlo. Como Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: «fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma».

Un día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar.

En Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 monjes. Y los milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región, y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos que eran paganos.

Un día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le contestó: «Con la espada podía vencer a los enemigos materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos espirituales». Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia.

Dice su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos. Un día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de vino, y la pasó primero a un sacerdote y después sí al emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué: «Es que el emperador tiene potestad sobre lo material, pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo espiritual». Al emperador le agradó aquella explicación.

En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: «Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?».

Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.

Supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: «¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?». El santo respondió con una frase que se ha hecho famosa: «Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehúso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar».

Pero Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra.

El medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín para decir «medio manto» se dice «capilla», la gente decía: «Vamos a orar donde está la capilla». Y de ahí viene el nombre de capilla, que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.